domingo, 13 de mayo de 2007

Auferat hora duos eadem

Bajó corriendo desde el cerro como una avalancha avanza en la nieve, el carro ya había partido en dirección hacia Valparaíso, en media hora mas vendría el segundo tren, pero no podía esperar .
La llamada efectuada rompió cualquier duda, no podía dejar pasar el tiempo, la histeria rompía con su serenidad tan habitual, el sudor se hacia dueño de él, sentía que las piernas no le acompañarían en el recorrido, la niebla del día no mejoraba sus expectativas, la eternidad del tiempo le obligó a tomar el primer microbús en dirección al puerto. Ansioso y preocupado consultaba el teléfono móvil a cada segundo, por si en un acto de compasión volvía a llamar. Durante el camino evocó aquellos ojos que reflejaban una inmensa ternura contenida, su cabello suave y delicado, el aroma de su cuerpo , que inflamaba sus sentidos. Si tan sólo hubiera decidido dejar todo por ese amor, hoy sería distinto.
Era difícil entendender el amor adolescente, y a él sumergido en los prejuicios, tanto que, jamás imaginó siquiera que llegaría a ser el motor de su vida. Corrió hasta el puerto entre la muchedumbre, con asombro helado volvió su rostro hacia el gentío que se acumulaba en dirección al agua, una sombra enlutó su vista, y ciego de terror llegó hasta la orilla del muelle, en dónde descansaba el cuerpo del joven que acababa de devolver el mar…