sábado, 17 de diciembre de 2011

Ab imo pectore

Despertó y encaminó sus pasos hacia el baño. Sus ojos como cada mañana demostraban la falta de sueño producto del desvelo que significaba pensar y tomar la decisión. Las infinitas pestañas que acostumbraban adornar ese hermoso par de almendras se encontraban escondidas, quizá por el llanto nocturno. Su cutis, terso y blanco como una fina seda, parecía seco y percudido. Los dientes claros y puros, hoy se tornaban algo amarillentos producto del tabaco y el café.
Siempre frente al espejo reflexionaba sobre la belleza y la felicidad ¿Cúal es el valor de la belleza si por dentro no hay más que desdicha e insatisfacción?
Cogió lentamente una a una las pastillas que le permitían sobrevivir al día, las tragó y observó levemente la ropa tirada en el piso. Quién diría que luego de esa noche apasionada iba a sentir tanto dolor y remordimiento.
En el suelo yacía tirada una corbata, que seguramente él olvidó al vestirse tan deprisa, casi huyendo…
-Siempre se marcha del mismo modo,escapando de mi, o de su mujer, o de sí mismo- pensó
Un fuerte ruido le sacó de su ensimismamiento, se escucharon gritos, y golpes, nuevamente la mujer de al lado recibía su dosis diaria de violencia.
Tristemente recordó cuando el encierro dentro del baño de su casa le salvaba de la paliza diaria que le propinaba su progenitor a su madre….frente al espejo, lloraba recordando esos momentos musitando levemente : Maricón…maricón.
La bocina del automóvil que pasaba a recogerle diariamente le hizo regresar, rápidamente se tomó de la delicada barbilla, se afeitó, cambió su ropa, usó la hermosa corbata olvidada y partió al trabajo como cada mañana, escuchando como golpes de campana en su oído: Maricón….maricón

Ignotum per ignotius


El calor de la mañana cubría levemente su cuerpo de sudor, caminaba rápido por las baldosas mientras el reloj le jugaba en contra por su pereza de media mañana . Parecía no llegar nunca a la boca del metro. Miles de rostros curiosos se posaban en sus pechos que la blusa atrevidamente dejaba entrever.
Odiaba esas miradas fugaces y libidinosas que recibía cuando iba al trabajo.Ojos ocultos por la luz que enceguecía a los habitantes de la ciudad a esa hora del día, rápidamente bajó los escalones del metro, sus tacos hacían eco entre el gentío que luchaba como ella con el tiempo escurridizo de una ciudad enferma. Por fin sobre el carro, su mirada tropezó con los anteojos de un hombre que la miraba fijamente. Sintió escalofríos al percibir la intensidad aquella mirada escondida bajo el cristal . Con su habitual coquetería sonrió, acomodó cabello y blusa, tratando de contener el nerviosismo que le producía aquel sujeto.
La serenidad de aquel hombre le atraía de una forma inexplicable, ahí posado en su puesto sin mover tan sólo un ápice del cuerpo, con vista fija hacia ella.

Era una sensación difícil de explicar, no fijaba la mirada en sus pechos turgentes, ni en las piernas torneadas que la falda asentaba tan bien, era una mirada distinta, una mirada que podía traspasarla.
Se sintió excitada por aquel hombre, tan distinto a los otros, de pronto el sudor comenzaba a recorrer su cuerpo, imaginó a ese desconocido en su cama, tocando sus pechos, recorriendo su cuerpo, sintió como sus pezones reaccionaban al estímulo... increíblemente estaba deseando a un desconocido . Pensó en hablarle antes de bajar, conseguir un teléfono o su correo eléctrónico, todo servía en ese momento sublime. Lentamente se acercó, fijó su mirada en él, abrió lentamente sus labios para saludar... de pronto, el vocero del tren anuncia su llegada a la estación terminal, ella a punto de hablarle y el hombre sin quitar la vista de la chica : mete su mano en el bolsillo, saca una pequeña varita de plomo doblada, da media vuelta y se va, tactando el piso, para no caer...

jueves, 1 de diciembre de 2011

Voltario

Una extensa sonrisa saltó de pronto en sus ojos al ver la figura que entraba con el saco de naranjas al hombro. A pesar de todo, siguió encandelillando el vestido que debía entregar al día siguiente.
Su corazón palpitaba de emoción pues hacía tiempo que él no venía de visita al hogar . La saludó fríamente, como acostumbraba hacerlo. Ella apenas fijó su mirada en él, le ofreció la cena y se levantó pronta a servir. El comió cabeza gacha sin emitir palabra, los niños regresaban de la escuela cuando se golpearon de frente con la imagen paterna, olvidada por algunos meses.
A lo lejos se escucha un bastón golpeando el piso, la abuela, cadera quebrada, asomándose al comedor., miradas que se cruzan en un campo de batalla inexistente, pero perceptible. Lentamente el concierto de cubiertos detenía su compás. –Buenas tardes doña Rosa Amelia- dijo levantándose, pronto a emprender su retirada. – Vieja eh mierda! refunfuñaba entre dientes mientras emprendía el retorno a casa de su madre.
- Buenas tardes señor, respondió la anciana con una voz tan arrugada y cansada como su cuerpo .- Voltario! se oyó a lo lejos mientras el hombre trastabillaba por el camino de tierra.