Amanecía nuevamente con la amarga
sensación del engaño en sus labios, en la cordillera el sol le abrazaba iluminando
su camino, una brisa limpió las lágrimas contenidas tanto tiempo.
Refrescaba su cuerpo joven aún
con el agua de la quebrada, mientras recordaba la hermosa leyenda que contara aquél
hombre a quien había admirado tanto:
“…las aves amarradas no pueden
volar, se maltratan entre sí….”que hermosa leyenda rescatada del mundo ancestral,
recordó la hermosa voz, su actitud al relatar. Sin duda aquel hombre a quien
había amado tanto sabía muy bien de las historias y de lo que podía enseñar con
ellas. La maraña de pensamientos que la invadían no la dejaban tomar una buena
decisión, pero sin duda la leyenda le
ayudaba a discernir.
Al regresar a su casa, desde la
puerta de la Choza clavó sus ojos en él mientras dormía, tomó con rabia el
puñal, se acercó agazapadamente como su instinto felino le indicaba. Alzó el
puñal en lo alto, por una rendija de luz Inti Tata lo bendijo con su reflejo de oro y
cortó el hermoso hilo de plata que los mantenía unidos.
Tomó las pocas cosas que
necesitaba y partió sin rumbo quebrada abajo, dejando atrás al hombre águila
que necesitaba volar, en su claridad pensaba: hay que dejar que las almas dominadas
por el instinto animal viajen por el mundo en libertad.
Y bajó cantando con la esperanza
viva de encontrarse con un ser de ideas, como ella.