Sonido de trenos, aullidos nocturnos, llantos errantes,mariposas oscuras huyen de la entraña del amor perdido.
Tu imagen lejana destellando soles, luz escurridiza de mi sueño roto, los cabellos libres, la sonrisa plena, altivez benigna que latiga orgullo, que arrastra mis sombras,que fija su nudo.
Tu nombre engarzado a la verdad etérea, volátil pasión, sonrisa perdida entre jardines nuevos.
Luz de la dicha, cabalga en tu hueste que nadie sucumba ante tu designio, parta raudo el viento que acompaña tu viaje, que se abran caminos, que despejen las nubes, que la lluvia limpie tu paso divino.
Es una instancia democrática de publicación para no perder aquella creatividad que se escurre entre las inquisidoras y críticas miradas de quienes pretenden juzgarla, poniéndole etiquetas.
martes, 12 de abril de 2016
lunes, 11 de abril de 2016
Requiem
El trino de las aves y un pálido rayo de luna la despertaron al filo de la madrugada, el cansancio hacía presa de su conciencia, miró a un costado y percibió el cuerpo del hombre amado. Admiró el pálido rostro, sus bellas facciones, el torso desnudo. Recordó las discusiones, los engaños soterrados, la ausencia de cuidados, las largas noches de espera al regreso de la juega semanal, el beso obligado, la caricia lastimera de los últimos días, el dolor del alma hacía eco en los oídos inflamados, la ausencia de argumentos válidos acrecentaba la otitis que se empecinaba en atormentarla aún más .
Ya no la amaban, la desgarradora verdad no quiso salir del caracol auditivo y destruyó el tímpano en conjunto con el alma. Sin embargo el doctor tan sólo recurrió a señalar que era un resfrío mal cuidado.
Al darme la vuelta en la cama vi su espalda desnuda, lentamente me levanté y dirigí mis pasos a la cocina, hurgando en los cajones dí con el puñal perfecto, un movimiento rápido y feroz cortaría las venas del cuello del desalmado. La sangre salía a borbotones de sus venas, yacía el cuerpo inerte a su lado, ni un grito, ni un gesto de dolor, ni el placer de verlo sufrir, se fue en el acto.
Salió corriendo de la habitación empapada en sangre, chorreando los dedos del espeso y fuerte olor, resbalaba en el líquido sanguíneo que goteaba del cobertor, no podía levantarse, quiso gritar y no pudo, las lágrimas ahogaban su garganta, un grito desgarrador salió de su alma rota, despertando al único espectador.
Abrió los ojos, el trino de las aves y un pálido rayo de luna la despertaron, al filo de la madrugada, sudorosa por la pesadilla que acababa de tener, a su lado el gato negro la miraba con ojiverde dulzura, se acomodó entre sus piernas, mientras el ronroneo cómplice aliviaba la angustia y el dolor.
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