Hace tiempo las lágrimas hacían sequía en su vida, por lo que no aspiraba a derramar alguna en aquél suelo yermo en donde nunca nada floreció a pesar del reguero diario.
Abrió la caja y en ella dejó caer libros que quisieron ser un obsequio deslumbrante de una ignorante suposición de gustos, las joyas que nunca adornaron la vanidad de quien no las necesita, marcadores de libros con la utilidad que presta el viento a las hojas para hacerlas cantar, todas las fotografías juntos que sólo ella añoró...
El retumbar de la tierra encima de la superficie de madera fue el último adiós, último redoble soportado, último y retumbante recuerdo vaciado, último intento y último suspiro del cisne, que desvaneció la dicha de un día de invierno de junio, agorero de felicidad en fuga.
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