martes, 26 de enero de 2016

Xenophobia

Sentada en el autobús agotada por el sol de las cinco y cuarto, se dispuso a viajar. Las manos entrelazadas indicaban el afecto que los unía. Reclinado en el asiento del pasillo,el sol le daba justo en sus rubios y cortos cabellos, ojos verdosos, tez blanca y sonrisa de niño tierno.Viajaban rumbo al hogar de ella, chilena normal, más bien oscura de tez, rasgos diaguitas, "pero al menos alta", según propias palabras de la familia política.
 Lo llevaba para presentarle a la familia, lo invitaba a conocer el lugar inexistente entre los cerros,de donde venía la fantasmagórica casta de la amada.
Pensaba en su padre: minero de oficio, campesino por necesidad, machista, chovinista,socialista y algunos istas más que no le enorgullecían para nada mencionar.
-¡Cuyano y la "conchadesumadre"--mascullaba de tanto en tanto, producto de la senectud. "Estos bolivianos nos quieren invadir y quitar lo que es nuestro"- Nunca tuvo nada, todo fue siempre de su madre, de sus hermanos, de su señora y finalmente de sus hijos.
Sin embargo siempre pensó que le iban a quitar algo, el odio hacia los hermanos latinoamericanos era explícito y vacío, digno de un chilenito cualquiera.
Dadas las advertencia el joven quiso de todos modos ir para conocer a la familia. Al anochecer llegaron agotados, rica comida los esperaba, dulces varios, cama caliente y calor de hogar.
Fiestas de navidad en familia campesina, mucho que comer poco que rezar, fascinado por el entorno realista mágico del lugar sus ojitos brillaban de emoción, el cariño rebozaba en los corazones hinchados de cada uno. El rubio Quiteño brillaba también, la buena acogida lo hizo sentir seguro, pues lejos de su tierras se extrañaba en calor de hogar.
¿Dé donde es el joven? señaló el anciano con analítica mirada.
Es Ecuatoriano, señaló la hermana mayor, con la mirada inquisidora, esperando que no preguntara nada más.
Miradas atentas a la reacción del viejo, corazones palpitantes esperando la mueca de desagrado, el balbuceo insultante, no obstante un amplia sonrisa de satisfacción se vió brillar en lo alto del árbol de pascua. ITALIANO masculló para si mismo el sordo y senil vejete, con razón lo adoró al instante de verlo, sin duda provenía de las mejores castas de  Italia.
Tomó el bastón y se fue a dormir con una corbata roja que según él le había traído el joven desde las lejanas tierras.

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