Nació en un lugar inexistente
en donde la piedra cobraba vida encarando
a los humanos. En dónde el sol anaranjado se despide de la cordillera
explotando en tornasoles. Allí en donde la luna se puede coger con las manos y
la tierra sedienta grita a través de los huesos caprinos, balando soledades y
silencios.
Allí aprendió que la miseria vive
en aquellos que encarcelan libertades, que el miedo mata antes que la bala, que
la verdad es relativa cuando hay que sobrevivir, que oramos al cielo cuando
somos tierra. Que el asombro depende de la pequeñez con que vivimos.
Hoy regresas al mismo lugar
cumpliendo la circularidad de la vida, volviendo al origen para ser parte del
todo, pero esta vez tu sonrisa no llenará el espacio y tus ojos no se colmarán de arreboles.
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