Doce años compartidos hacen tomar la decisión de partir, para dejarte aquí, con tus promesas de luces, la espectacularidad de
tus construcciones y tu mayestática tecnología.
Aquí se desaprende, se deshumaniza
y se deshoja la vida en gajos de tiempo. Se pierde la simpleza, la confianza, y
el amor toma un cariz empresarial como todo lo que te circunda.
Acá aprendí que para ustedes un
regalo o una simple demostración de afecto trae consigo una doble intención, que
la amistad está condicionada, que la soledad y el silencio son sinónimos de
barbarie, que la alegría es locura y que la tristeza es contagiosa por lo tanto
hay que esquivarla. Aprendí a tener ojos vitrinales para el mercado y evasivos
para el sufriente.
Acá se siente con la frialdad del
cemento, se vive como la televisión manda, se viste como la moda impone y se
triunfa como el dinero apremia.
Desde lejos te envidiamos
y temimos, hoy ya sin miedo, te veo vencido, acorralado, asfixiado entre los
olores residuales y putrefactos de la millarada de ilusos que se quedan.
1 comentario:
Es extraño, pero este relato explica como me sentía cuando estaba trabajando en Santiago, luego de muchos años de estar lejos. Ya salí y nuevamente solo voy de paso. Gracias
Edd.
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