sábado, 28 de diciembre de 2013

Estación terminal

Sus ojos quedaron fijos en los ojos del hombre que coincidía con ella al cruzarse el tren en dirección contraria. A pesar de que generalmente se entretenía observando a los pasajeros en el vagón, nunca se había fijado en la gente que viajaba en la línea opuesta, quizás por la lejanía del contacto.
Moreno de ojos grandes y redondos, cabello oscuro y corto, aunque no tanto como para pasar desapercibidas las ondas que formaban el mar anochecido en su cabello y que tan graciosamente adornaba su rostro triste. Deseó por primera vez que el tren detuviera la marcha para descifrar la nostalgia de esa mirada que se perdía entre el gentío y el cambio de estación.
Cada cierto tiempo se encontraba con él, se quedaba inmóvil observándolo, llenando su imaginación de historias, hasta que el movimiento del tren lo hacía desaparecer.
¿Que dolores llenarán su mirada de angustia , como el sufrimiento puede colmar de belleza el alma de un ser humano haciéndola resplandecer a través de sus ojos?
Sintió que lo amaba profundamente, hizo propio el dolor quimérico para aliviar en algo la carga que pudiese llevar su objeto de adoración.
Decidida tomó el tren en dirección contraria, como no lo encontrase lo volvió a hacer repetidas veces hasta que un día coincidieron nuevamente, todo su cuerpo temblaba de emoción, lentamente caminó por el vagón y se sentó justo frente a él.
Ante la impertinencia de la mirada el joven levantó la vista y le respondió con una amplia sonrisa.Todo el universo de ficción cayó derrumbado ante sus ojos, quebrándose una a una cada elucubración tejida en aquel tiempo, sintió que el corazón se fragmentaba en mil pedazos, una pequeña lágrima escapó de entre sus ojos, el tren se detuvo y ella caminó sin rumbo por los pasillos de la estación...

jueves, 12 de diciembre de 2013

Dasein

Anochecía y la orquesta se disponía a presentar su diaria función. Inmensa era la luna que llenaba los espacios solitarios del estío, quien llevaba de compañera a la sequía casi como una novia impuesta, desde hacía  unos cuantos años. Una tibia brisa abochornaba los ánimos inocentemente.
A pesar de verse siempre muy compuesto, con su traje marrón brillante de experimentado violinista, no podía contener sus ansiedades, desde que tomó conciencia de su ser, no lograba aceptar las vicisitudes del vivir. Sin consuelo, a menudo y acongojado por la nada que lo había hecho preso de si mismo, no lograba desasirse del vacío  y caía lívido ante la duda. No eran pocos los que compartían su oficio y terminaban en el fondo del lago buscando llenar líquidamente esa ausencia que ahora le agobiaba.
El croar de los sapos indicaba que comenzaría pronto la función, caminó con paso lento por la orilla del estanque divisando levemente su silueta en un espejo de barro. La inquietud, el sentimiento de ser arrojado al mundo, desvalido y solo, crecía a pasos agigantados mientras la multitud esperaba su concierto.
Interpretó su pieza musical de un modo magistral, trenos universales llenaron la estación y siguieron vaciando su alma, como cada día, como cada noche, como siempre que la rutina daba el compás de marcha en sus pies, en sus manos y en todo.
Trepó saltamonteando como pudo al estanque blanquecino, entonó un par de melodías y la onda provocada por los pasos de los ahora despiertos moradores  logró su efecto hipnótico y abriendo ampliamente su boca, saltó al agua para llenar en un suspiro su vacío existencial.

sábado, 23 de noviembre de 2013

Punto de partida

Doce años compartidos hacen tomar la decisión de partir, para dejarte aquí, con  tus promesas de luces, la espectacularidad de tus construcciones y tu mayestática tecnología.
Aquí se desaprende, se deshumaniza y se deshoja la vida en gajos de tiempo. Se pierde la simpleza, la confianza, y el amor toma un cariz empresarial como todo lo que te circunda.
Acá aprendí que para ustedes un regalo o una simple demostración de afecto trae consigo una doble intención, que la amistad está condicionada, que la soledad y el silencio son sinónimos de barbarie, que la alegría es locura y que la tristeza es contagiosa por lo tanto hay que esquivarla. Aprendí a tener ojos vitrinales para el mercado y evasivos para el sufriente.
Acá se siente con la frialdad del cemento, se vive como la televisión manda, se viste como la moda impone y se triunfa como el dinero apremia.
Desde lejos te envidiamos y temimos, hoy ya sin miedo, te veo vencido, acorralado, asfixiado entre los olores residuales y putrefactos de la millarada de ilusos que se quedan.

Necesito de la maternidad de mi tierra, del abrazo confiado, de la mirada directa, del apretón de manos, del cantar de los gallos, del silencio sabio, de la amistad libre y sin condición, del amor simple y sencillo, que no espera nada, solamente ser.

On ego rem, on ego hominem

Bajó rauda las escaleras rumbo al trabajo, el calor sofocante hacía que la ropa se le  pegara al cuerpo, un leve escote confirmaba la mañana de verano. Nuevamente tenía que rodear la construcción, único camino para llegar al metro desde hacía ya una eternidad.
Una tabla de madera separaba los pies del abismo comercial en que estaba convertida la avenida, metáfora de pasarela  astillosa que obligaba a las féminas trabajadoras de cada día, exhibirse ante la banalidad de los albañiles que extasiaban sus ojos caldeados de morbo sexual.
El tierral acumulado, las piedrecillas, las astillas del tablón que servía de puente, se sumaban antitéticas a las sandalias de tacón, las medias de nylon y la falda del uniforme que no podía dejar de usar.
Se dispuso a cruzar, respiró amplia y profundamente, llenando los pulmones del aire contaminado de esta ciudad enferma.
Una lluvia de sandeces cubrió sus oídos provocando la hipoacusia, caminó con paso firme hasta el centro del puente, un cuerpo hostil cargando una carretilla bloqueó el paso habitual del transeúnte que escaseaba a esa hora de la mañana.
 Permiso -señaló con voz firme, sin mirarlo a los ojos. El macho no movió un ápice de su atolondrado cuerpo, más bien hizo ademán de que pasara casi rozándolo, lluvia de risas desde las alturas del monumento histórico a la imbecilidad.
Permiso señor- volvió a señalar esta vez clavándole sus ojos al albañil, como no se moviera, retrocedió un poco, levantó su falda unos cuantos centímetros y se dispuso a continuar, apegó sus pechos al cuerpo del hombre rozándolo, dejándole ver la carne oscura de su cuerpo, el bruto inmóvil, clavaba las pupilas en la aureola, con un juego de piernas, abrió lentamente las de él, y en un dos por tres le propinó un rodillazo que partió su virilidad en cuatro. Ante el dolor el hombre herido se azota en contra la carretilla cargada con materiales, golpeándose duramente el cráneo, ella aprovechó la oportunidad y de dos patadas le voló la dentadura, tomó un chuzo y lo atravesó con el metal, ensangrentado y en el suelo siguió golpeándolo duramente…hasta que la voz de otro animal la hizo reaccionar.
Cómo se le ocurre pasar por ahí Gutierrez!!! Hágase a un lado, deje pasar a la señorita.

Volvió a la realidad, le dio una mirada llena de asco a los dos y continuó camino al metro, pensando en que quizás sería bueno dejar los videojuegos… 

domingo, 10 de noviembre de 2013

Epitafio

Nació en un lugar inexistente en  donde la piedra cobraba vida encarando a los humanos. En dónde el sol anaranjado se despide de la cordillera explotando en tornasoles. Allí en donde la luna se puede coger con las manos y la tierra sedienta grita a través de los huesos caprinos, balando soledades y silencios.
Allí aprendió que la miseria vive en aquellos que encarcelan libertades, que el miedo mata antes que la bala, que la verdad es relativa cuando hay que sobrevivir, que oramos al cielo cuando somos tierra. Que el asombro depende de la pequeñez con que vivimos.

Hoy regresas al mismo lugar cumpliendo la circularidad de la vida, volviendo al origen para ser parte del todo, pero esta vez tu sonrisa no llenará el espacio y tus ojos no se colmarán de arreboles.

viernes, 1 de noviembre de 2013

Ánima

Los años de dictadura se hacían cada vez más insostenibles, en el verano del 87 lo más interesante en las televisiones chilenas era el festival de Viña del mar, especialmente si habías nacido en el campo, donde la televisión era el único medio para matar el aburrimiento.
Salió rápidamente cuando todos dormían, era necesario empezar justo a la hora en que Soda Estéreo se presentaría, en la calle los compañeros le esperaban. La misión: panfletear, cortar la luz y lograr romper la indiferencia frente a la tortura, los desaparecidos y la ausencia de democracia por tantos años.
Se dividieron en parejas, en media hora el pueblo se cubría de una alfombra de papeles impresos en esténcil, no quedaba mucho tiempo para cortar la luz. Se reunieron a la salida del pueblo cadena en mano, todos habían recibido instrucción pero ninguno había practicado al respecto.
En un dos por tres, la patrullera aullaba rompiendo el silencio de la madrugada, el corazón subió al cuello de los participantes, rápidamente Flavio, tomó la cadena, la lanzó a los cables eléctricos y una cascada de chispazos de fuego cayeron sobre su cuerpo, corte de luz y balazos, alguien la tomó de la mano y volaron a tropezones por entre las piedras, no podía pensar en nada más que la figura bañada en los chispazos del corte.
Acortaron camino por detrás del cerro para no encontrarse con la gente del pueblo que salió a investigar lo que había sucedido. Una animita alumbraba el camino con una leve luz de un concho de cabo de vela, ¡ahora nos van a penar!-dijo burlón el compañero que le acompañaba, sabiendo los rumores del lugar. Ella no estaba para penaduras, sólo le preocupaba la vida del compañero.
Terminaron de dar la vuelta y cada uno retornó al hogar. Unos perros salieron al encuentro acusando la llegada de la muchacha que a tropezones llegaba a su casa, de pronto una figura fantasmal se elevó por sobre la reja, chispas de luz brotaban del vestido blanco que flameaba al viento de la madrugada. Un frío congeló su columna vertebral, sus cabellos se erizaron desde la raíz hasta la punta, no pudo dar un paso más, la respiración se cortó por varios minutos cuando la figura del “Flavio” apareció al lado de la mujer de blanco: ¡Conchesumadre! se murió este weón, exclamó a punto de desfallecer.
-¡Apúrate cabra e´carajo!, el Flavio llegó al tiro después del corte ¿y tú? Dónde te metiste? -Dijo molesta la madre que vestía la camisa de dormir que tanto le gustaba a ella porque echaba chispitas cuando se frotaba en la oscuridad.


sábado, 12 de octubre de 2013

El compositor de Huesos.

Medio cojo y algo ciego iba "Zambrita", silbando una añeja melodía mexicana, había que cruzar el río con cuidado pues las resbalosas piedras podrían jugarle una mala pasada. Se detuvo un rato a escuchar el ritmo del agua al chocar con las piedras, siguió recto por el cementerio pues su casa quedaba junto a él. No fueron pocas las bromas de los asistentes a sus sesiones respecto de la cercanía  del lugar con su casa.
Siempre vivió solo, y a pesar de las habladurías de la gente muchos le tenían respeto y cariño en el lugar. Sus grandes y morenas manos, arrugadas por el tiempo, habían sido el medio para arreglar desbarajustes tanto de la naturaleza como de la irresponsabilidad de los atendidos.
Siendo joven quiso ser músico, tomaba la guitarra hechiza de su abuelo y la hacía rechinar, para desgracia de los espectadores.
Su espíritu huraño, hosco y rebelde, le impidió tener un trabajo estable y por lo mismo, mucho trabajo le costaba mantenerse a diario. Nunca le faltó que comer eso sí, pues quieren fueron gratificados con su simpatía recibieron las dotes de sus anochecidas manos. A cambio recibía diariamente  viandas de alimentos.
Lo conocí por culpa de mi hermano, quien más que con una estrella, nació bien estrellado. No hacía mucho que en motocicleta un “sapo” de la CNI lo chocó a la “mala” y quedó más que descalabrado. En el hospital no quedó registro pues en esos tiempos pasaban aquellas cosas, que prefiero no recordar. Como el registro del “accidente” se perdió extrañamente en el hospital, no podía recibir atención, sumándole la condición de exonerado no existían más medios que recurrir a Zambrita.
Había que llegar de tarde a casa de Zambrita porque no le gustaba recibir visitas, tampoco aceptaba dinero, y menos aceptaba atender a cualquiera. Nos hizo pasar, nos acomodamos, a medida de que mi hermano contaba la historia  de su pie descalabrado parecía que el rostro del señor se iba enterneciendo. Lo aceptó y comenzó el concierto de “cracks “(onomatopéyicamente hablando, no quiero que se confunda Ud.) entre gritos y crujidos, esperé a que terminara su trabajo, fui expulsada del recinto en un momento en que los alaridos me condujeron a la habitación, No es cosa de mujeres gritó “Zambrita”. Salí como alma que se la llevaba el diablo, ante la amenaza con un zapatón de madera.
Nos fuimos con mi hermano ya sin cojera, algo aliviado más por contar su historia que por la atención recibida.
Desde ese día cada domingo antes de pasar por el cementerio era cotidiano llevarle algún engañito a Zambrita, el compositor de huesos.


La fregona

Cayó de la escalera de la casa, casi seis peldaños antes de terminar la labor. No podía tener tanta mala suerte, a los cincuenta años de edad ya no se podía dar esos lujos, menos sabiendo que un día descansado es un día no remunerado.
Se incorporó como pudo, adolorida hasta el contre, su sangre indígena en el torrente le daba la fortaleza para superponerse al dolor físico. Terminó su tarea diaria y volvió a paso lento al hogar, pensando en el modo de aliviar el dolor.
Recordó a la Fregona, mujer algo mayor que ella quien, tenía el don sanador en sus manos, desde niña la llevaron allí cuando su cuerpo sufría algún descalabro. Del mismo hecho ella poseía una columna zigzagueante, dos brazos bien torcidos y una cojera leve, producto de una niñez libre en los páramos de la sierra ecuatoriana.
Si bien no tenía mucha rectitud en sus extremidades, el dolor nunca hizo eco en ella, gracias a la fregona que se preocupó de darle una buena  friega cada vez que algún accidente la llevara por su casa.
Encaminó sus pasos hacia el hogar de la señora, golpeó dos veces y de repente asomó el rostro de una viejecilla que sonreía desdentadamente.
¡Pásele!, pásele pues  por acá. ¿Que le ha de haber pasado, en que le puedo  ayudar?, ¡mande pues!- le dijo rápidamente la mujer.
Tencha  contó tristemente su suerte de asesora del hogar y el accidente ocurrido, prontamente la hizo pasar y la recostó sobre la cama. Examinó su columna y dio un seco golpe con el costado de la palma rígido, que fue como un azote, similar a los bien propinados por el padre cuando no obedecía los mandados.
No se quejó, pues bien entendido el dolor era una sanación para el alma. Pasado un buen rato y con su   frente llena de sudor por los dolores, pensaba ya levantarse y partir a su hogar cuando el tono de la friega comenzaba su descanso.
 Las manos de la anciana, fuertes y toscas adoptaron un matiz suave y delicado. Su espalda se llenó de alivio, y su alma de afectos, sintió en las manos de la mujer la caricia de la abuela quien le daba su ponche de huevo por las mañanas junto a los bizcochos y el queso de hoja que más le gustaban. Evocó hermosos momentos de niñez junto a la abuela,  claras lágrimas brotaron de su interior aliviando las penas de la existencia.
Se incorporó y un leve mareo la hizo presa del miedo. La anciana algo preocupada le señaló que partiera no más que era muy tarde. No hubo dinero a cambio pues un pacto de alimentos habrá subsanado la deuda contraída.
Partió la mujer todavía más fregada que antes, pero con un dulce alivio en su alma de niña.


domingo, 22 de septiembre de 2013

Partida

Ya era la hora de irse y aún no terminaba la maleta, con andar lento y cansado se dirigió hacia la habitación dónde aún estaban sus ropas. Dio la última mirada al lugar que la vio nacer y que cobijó tantas y largas penas. Sentía alivio de que todo terminara pronto y sin dolor, pero aún así  le quedaban algunos proyectos sin terminar.
Desocupó la maleta, una vez vacía por completo, se vistió y dirigió sus pasos al autobús. Miró desde lejos a su familia que sollozaba su partida, no se despidió, era muy cobarde para hacerlo.
Alzó la mano y el oscuro transporte abrió sus puertas, observó lentamente a cada uno de los pasajeros, en sus ojos denotaban los rasgos de angustia y tristeza por la partida, al parecer ella era la única que había decidido morir.

martes, 17 de septiembre de 2013

Mateo

Se escuchaba un revolotear de pasos en el piso de tierra, abrió los ojos soñolientamente, había llegado el padre con un saco de naranjas al hombro y un pequeño animalito a cuestas. Saltó de la cama para verlo más de cerca, de pelaje café, ojos rasgados y dulces, de un balar tan tierno que removió todas sus emociones, su corazón de niña latía de la emoción. Breve saludo al padre y acatar la orden de alimentar al pequeño con hojas de Llantén, el que por esa fecha crecía en abundancia a la orilla de la llave que goteaba constantemente en el patio.
Convinieron con su hermano de llamarle Mateo, por la prominente cabeza que desentonaba con el cuerpo ínfimo de la criatura, se convirtió en la gran motivación para volver rápido de la escuela, llegar por las tardes y jugar con él, el frío de Julio obligaba a procurarle una camita para abrigarlo, era un hermano más dentro de la pequeña familia del cerro, compañero de juegos y el Nene de la casa.
La madre arisca con el juego prohibía permanecer mucho con el animal, porque había que estudiar, porque había que dormir, porque debía descansar el animal,se mostraba reacia hasta los huesos de llamarle Mateo, en fin, cosas de grandes que sólo ellos comprendían.
Se venía septiembre y las fiestas patrias eran un gran acontecimiento para la mayoría, especialmente para ella pues, terminado el desfile venía el helado de premio, ya que las manzanas del colegio, jamás le gustaron, había que madrugar!!!.
Eran casi las cuatro de la mañana cuando sintió el ajetreo de pasos, no abrió los ojos porque el padre se escuchaba molesto, al hermano lo habían levantado, a ella no, sigilosamente bajó de la cama para observar que sucedía, caminó descalza hasta el frontis del patio, ahí estaba Mateo amarrado del cuello, entre dos lo sostenían, el hermano cabeza vuelta sostenía una pata evadiendo los regaños del padre. Un oscuro hombre alzó un cuchillo, y lo dejó caer entre el espanto de la madrugada y el balar inocente del amigo.


domingo, 1 de septiembre de 2013

Memoria

Caminó despacio entre los escombros del hogar derrumbado, observó con nostalgia el lugar, evocó tiempos pasados, aún quedaban restos de las paredes blancas. Los trabajadores ponían empeño en cavar para hacer nuevos cimientos, de pronto un albañil llegó con una bolsa. Dentro de ella miles de revistas, libros y diarios que mencionaban el triunfo del presidente, cintas de música, recortes.
 Un universo paralelo se abrió ante sus ojos, recordó la niñez escuchando la cantata muy bajito bajo las frazadas, las ventanas y puertas bien cerradas. 
Mientras la madre y hermanos estaban reunidos clandestinamente, ella aprovechaba de revisar el baúl que contenía todo aquello que no se podía ventilar de día: libros pequeños de la quimantú, cintas de música, fotografías con Salvador, con Julieta, con Gladys, con Volodia, se sentía orgullosa pero no podía contar, lo peor era inventar, siempre inventar, parentescos con los desconocidos que llegaban a la casa, tios, primos, parientes lejanos, novios de las hermanas, todo servía para desviar la atención.
La abuela cojeando preguntaba: ¿niña tan pobres somos que la negra tiene que ser comunista?. la pregunta de la abuela la inquietaba y molestaba, pues los pobres de verdad no eran los que no tenían bienes, la misma tarde llegaron a allanar, aunque no estuvo presente, no pudo dormir, a pocas cuadras de la casa resguardaban a los más niños de la casa, "no vaya a ser que se los lleven también".
Corte de luz y balazos, sintió nuevamente el miedo que cae desde la nuca con dolor y toma toda la espalda, sudor frío,-- no hay llanto, no debe haber llanto-- decía la compañera dueña de casa.
El rugido de la descarga de material la devolvió al presente, tomó la bolsa con cuidado, la subió al auto y se dirigió al cementerio del poblado, compró un clavel y lo dejó en la tumba de la compañera, abrió la boca y apenas musitó "no debe haber llanto"....

sábado, 3 de agosto de 2013

Supay

Refunfuñando y a paso lento por culpa de la cadera rota, venía la abuela pensando en las advertencias que le daba a esa chiquilla porfiada. No podía entender el gusto de andarse venteando en las lajas del río a vista y paciencia del mundo entero. “Benhaiga” la cabra suelta refunfuñaba una y otra vez. ¡El diablo te va a llevar!
Mientras tanto en el rio ella se sumergía en las gélidas aguas de la primavera, desnuda y feliz disfrutaba de la soledad del lugar y del ritmo del agua entre las piedras. No servían de nada los retos de la veterana o la lluvia de  amenazas que mentaban al demonio. Su afán lector, la porfía y la curiosidad, habían esculpido  un carácter rebelde y desafiante frente a las supercherías  de la anciana que antaño le asustaban.
Le gustaba Imaginar poderes mágicos en el agua, que la harían fuerte, valiente y libre, no deseaba belleza ni juventud, pues las sentía vanas. En ese lugar estaba segura, lejos de la T.V, y la radio que sólo entregaban mentiras. No las volvió a encender desde el día del allanamiento, en donde montones de armas eran sacadas de la casa de la Chabela, el día anterior habían estado escondiendo los libros y diarios, por si venían a revisar, en un segundo el camión con milicos mostraba fusiles que por primera vez conocieron, a punta de culatazos se la llevaron…
Gruesas y claras lágrimas contrastaban con el verdor del río, a lo lejos seguían oyéndose los gritos de la anciana, ¡el diablo te va a llevar! 
Ya casi terminaba el ritual, nada más faltaba recibir el áspero sol del mediodía que acrecentaba sus pecas, llenando de energía su cuerpo debilucho que flotaba desnudo boca arriba sobre el río, pronto llegaría Manuel, escondido entre los culenes pensando que nadie lo vería extasiarse con la joven figura de la muchacha. Sabía que la observaba en ocasiones y eso hacía más placentero el baño matinal, una de sus prácticas favoritas era escuchar el gemido entre los pastos y salir en busca de la toalla gritando con su ronca voz, ¡¡¡quién anda!!! Aguantando las carcajadas al sentir el trote del mozo, sabía que el diablo no se la llevaría, porque lo portaba dentro de sí…